LA MUÑECA INALCANZABLE



La muñeca miraba a la niña desde lo alto del mueble y desde allí mecía a su hijo al compás de una nana de Brahms. La niña miraba a la muñeca tan lejana, tan inaccesible... 

Era su única muñeca y nunca pudo tenerla en brazos. Para qué soñar, si cuando el sueño se cumple te mira, inalcanzable, desde lo alto de un armario.   La muñeca Luchy-mamá  llegó a aquella humilde casa gracias al esfuerzo de varios familiares y algo tan valioso no podía dejarse en manos de una niña de 5 años. 

Sus amigas iban a casa, al salir de la escuela y sentadas en el suelo, pan con mantequilla en mano, se deleitaban boquiabiertas con la tierna estampa de aquella muñeca y su bebé. Giraba su cintura y al hacerlo, entornaba los ojos para abrirlos y mirar a su retoño. Cuando la música cesaba, la madre de la niña se acercaba a dar cuerda de nuevo a la muñeca. "No se os ocurra tocarla, eh", decía mientras se alejaba, "que ha costado un potosí y no quiero que la rompáis". La niña creció convencida de que no había nada más valioso en el mundo que su muñeca y los potosís, aunque nunca supo qué eran. 

Con el tiempo, la fascinación por la muñeca se diluyó al saberla inaccesible, aunque tan cercana. Nunca tuvo la tentación de subir a una silla y tocarla, sabiendo que aquello sería una acción imperdonable. Tampoco tuvo otras muñecas, no quiso ser desleal a aquella mamá Luchy que un día desapareció del armario sin que nadie lo explicara.   

Todos tenemos sueños que se repiten, y el de la niña, luego joven, luego mujer, el sueño recurrente era una muñeca con capota encarnada que mecía su bebé al son de una nana, desde un lugar alto e inalcanzable, como los propios sueños.   

Nunca compartió con nadie esos recuerdos pero un día descubrió una muñeca igual en una página de subastas en internet y de vez en cuando visitaba aquella web para ver la carita de la muñeca y recordar cómo entornaba los ojos con aquella melodía. La recordaba moviéndose a derecha e izquierda y descubrió que existían vestidos diferentes para ella. Se entretenía buscando la historia de aquella muñeca, el lugar de fabricación, los accesorios, etc. Descargó en su ordenador todo tipo de fotografías, en una carpeta en el escritorio, llamada Luchy.   

Un día, al volver del trabajo, una caja enorme sobre la mesa del salón. Faltaban pocos dias para su cumpleaños y sus hijos decidieron adelantar su regalo. Al destapar la caja, se quedó sin aliento y sus lágrimas se desbordaron, sin atreverse a tocar la muñeca. ¿No te gusta, mamá? ¿Porqué no la coges? Y por primera vez pudo tener su sueño entre sus manos, después de tantos años...  

Esa muñeca llegó a sus brazos tras pujar por ella en una subasta unos hijos que un día, al azar, descubrieron los deseos de su madre, en el escritorio del ordenador.   La niña que esa mujer llevaba en su interior, pudo acunar en su brazos a la madre que acunaba y comprobar que, aunque corra el riesgo de romperse, lo mejor que nos puede ocurrir es tocar lo que amamos con los dedos de las manos. 

La muñeca descansa ahora en un lugar cercano, no en un armario inalcanzable y cuando acuna a su hijo, la nana de Brahms inunda de recuerdos mi despacho.


Lagartija
Lagartija

Políticamente incorrecta. Lic. en Filosofía y CC. de la Educación. Profesora. Psicóloga. También escribo en infohispania.es

4 comentarios: