La edad justa

He llegado a ese momento de la vida en que descubres, de repente, que no sólo te aceptas sino que te gustas. No es que me guste lo que veo, -eso sería vanidad-, sino que me siento a gusto con lo que sé de mí, con lo que la vida me ha enseñado y con lo que he aprendido caminando sobre ella, a través de ella. Me acepto -al fin- y me comprendo. Me entiendo. Me perdono. O lo intento, porque no siempre la contrición va unida a la benevolencia.

He llegado a un momento en que decido y elijo, y no admito nada que mi razón no acepte o mi corazón no valore. Me alejo de las personas que ríen a destiempo, de las que confunden sarcasmo con humor, de las que anteponen por sistema sus ideas a las razones ajenas. No quiero a mi lado a nadie que llame sinceridad a la descortesía, que prefiera hablar a escuchar, que se crea con derecho a pedirte la otra mejilla.

Tengo la edad justa para sentirme sabia entre sabios y novata entre noveles. Esa edad en que miras hacia adelante y sabes que nunca vas a estar mejor de lo que estás ahora. Que nunca vas a ser tan joven, tan fuerte, tan sana... y lo aceptas. Esa edad en que ya no te hacen daño las comparaciones porque sabes que siempre hay algún aspecto en que llevas ventaja a los demás. Con los años vences y convences y siempre hay alguien a tu alrededor dispuesto a confirmarlo. Y si no lo hay, sal inmediatamente a buscarlo.

Al final la vida me ha dado tantas cosas como me ha quitado. Me ha dado templanza, fortaleza, paciencia, serenidad, inteligencia. Y son bienes tan preciosos que no voy a malgastarlos con nadie que trate de ponerlos a prueba. Soy lo suficientemente inteligente como para saber que no debo derrochar paciencia con nadie que amenace mi serenidad. Tengo la suficiente templanza para aceptar, sin resignarme, los embistes de la vida, que no han sido pocos, ni inocuos ni indoloros.

He llegado a ese momento de la vida en que valoro, sobre todas las demás cosas, el tiempo y los afectos y por eso, porque ambos son cada vez menos, los valoro cada vez más. He llegado a ese momento en que intuyendo que aún me resta tanto tiempo como el que ha transcurrido -si la vida no es cicatera conmigo-, lleno de planes y proyectos mi agenda vital, algunos de ellos inalcanzables. Y persiguiendo sueños voy tachando deseos de mi lista, apurando días, conquistando metas, superando obstáculos. Porque tengo la edad idónea para sentirme fuerte y saberme joven, de esa juventud que ha perdido el descaro y ha ganado en sutileza.

Estoy en ese momento de la vida en que tengo la edad justa. Ni un año más ni un minuto menos.


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Lagartija
Lagartija

Políticamente incorrecta. Lic. en Filosofía y CC. de la Educación. Profesora. Psicóloga. También escribo en infohispania.es

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