Un universo paralelo



En ocasiones creo que vivimos en un universo paralelo quienes nos comunicamos en la red de redes. Que vivimos atrapados en la información y el conocimiento. No es que, quienes aquí habitamos tengamos distinta piel que el resto, pero sí creo que gozamos de una sensibilidad especial, fruto del contacto con otros seres tan extraños como nosotros. En este universo las palabras tienen significados diferentes, así como los afectos y las emociones. Se ve el mundo aumentado, la realidad con una intensidad distinta. Un diálogo entre seres virtuales no tiene el mismo significado si se lleva a cabo en el mundo real. Quien esté fuera de este mundo no tiene acceso a todos los matices de la realidad.

Lo que hasta ahora creíamos real es una realidad inacabada, que no puede ser entendida en su justa medida por falta de datos. Esos datos que viajan en forma de códigos y que de repente aparecen ante tus ojos y los apresas y al descifrarlos, en ocasiones sientes terror.

Ahí abajo, a ras de suelo, ocurren las cosas que aquí se gestan, proyectan, deciden. Las calles son el laboratorio en el que se llevan a cabo los experimentos que se planifican en los despachos virtuales localizados en las vías de servicio de estas autopistas de la información. Es como si de repente, por habitar en este mundo virtual todos nos convirtiéramos en espías que intercambian secretos, información comprometida. Secretos que terminan por convertirse en un lastre, en una pesada carga. Demasiada información. Demasiado intercambio. Posiblemente al final necesitemos resetearnos.

Lo bueno y lo malo viajando a la velocidad de la luz, cruzando sus caminos, cortocircuitándose y provocando efectos dominó que provocan revoluciones y guerras en algunos lugares del planeta; dichas y felicidad en otros. Y todo surge de aquí, de las mentes racionales pero también de la sinrazón de los seres "virtuales".

En ocasiones oigo voces que desgranan retahílas a golpe de teclado, preparando crímenes, organizando espantos. Y cambio la pantalla. Me adentro, queriéndolo o sin quererlo, en mundos de pasiones y deseos y al descubrir su sordidez, vuelvo a cambiar la pantalla. He conocido seres perversos con olor a azufre pero también personas generosas, solidarias, abnegadas, buenas. Y esos son hallazgos impredecibles e irrepetibles.

Puedo dibujar mares, componer versos, sumergirme en las melodías más bellas. Puedo viajar donde desee, en un mundo que carece de fronteras, entrar en edificios, visitar monumentos, deleitarme ante las obras de arte más perfectas, sentir las brisas de todos los mares en mi rostro, y el frescor de las hierbas de todos los prados bajo mis pies. Puedo creer que consigo imposibles, que tengo el mundo al alcance de mi mano. Puedo creerlo y tenerlo todo, yo que apenas tengo nada y soy de natural descreído.

Y paso horas, días, ante esa sucesión de pantallas/ventanas abiertas a la realidad más irreal. O a la irrealidad más real.

Lagartija
Lagartija

Políticamente incorrecta. Lic. en Filosofía y CC. de la Educación. Profesora. Psicóloga. También escribo en infohispania.es

1 comentario:

  1. Me ha encantado el artículo. Has plasmado, con tu toque magistral de excelente escritora, al milímetro la realidad de este mundo en el cual tuve la gran suerte de conocerte.

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