No hay prisa en morir

Si fuera por ellos, hace mucho que él se habría marchado. Ellos llevan años sugiriendo que lo mejor es cortar ya los hilos. Pero ellos se han equivocado todas y cada una de las veces que dijeron: "llegó el momento". Y frente a ellos, ella.

Ella y él, a quien sostiene con delicadas manos, entre las suyas. Ella y él, frente a ellos. Solos, en la soledad más dura que pueda existir, sobreviviendo. No, y mil veces no, a menos que en ella no quede la más mínima duda y mientras él la busque a ella con la mirada, para acompañarla en su decisión. Quizás el día que ya no la mire, que ya no la busque. Quizás el día en que ella misma note un dolor insufrible en el pecho de ambos.

Qué ganas tienen algunos de segar la vida cuando aún no se ha evaporado, juzgando si merece o no ser vivida. Juzgando con la mente de ellos la vida de otros, calificando el dolor que no sienten, la dignidad con que cada uno vive o sobrevive.

A veces las palabras que nacen en boca de otros, se instalan en nuestro interior y nos sacuden, nos acosan, reverberan en nuestra sangre hasta hacerla bullir. Terminal, sedación, paliativos, encarnizamiento terapéutico... dagas, puñales, punzones en el vientre de quien se empeña en vivir contra todo pronóstico.

Si fuera por ellos... Siento miedo cuando se acercan con su bata blanca, su gesto adusto, a recriminar que no recoja de sus manos el regalo que me ofrecen, que te ofrecen. En tu nombre lo rechazo una y otra vez. Aquí te quedas, nos quedamos. Ni todos los estados terminales lo son, ni todas las vidas que consideran indignas lo son, ni todos los que parecen ángeles lo son. Y contra ellos, la vida arañada a la muerte, cada uno de los días de tu vida.

Que no hay prisa en morir, que vamos a pasar muertos mucho tiempo... que no hay prisa..., y el día que la haya, acariciando tu mano, te dejaré marchar.

"El descanso juntos" Reinaldo Barés Valdés