Silencio

Él usaba el silencio como castigo y ella respondía al suyo con más silencio. Y entre silencios se les fue la vida de las manos. Y entre silencios crecieron, criaron a sus hijos, maduraron. Y ahora habitan un silencioso hogar en el que el silencio es un compañero más.

El silencio es un golpe que hiere, un peso que te hunde, líquido que llena tus pulmones hasta asfixiarte. El silencio llega para llenarlo todo, mata la vida, apaga la luz, seca la piel. 
El silencio se hace dueño de cada arruga, de cada duda, de cada temor. Silencio atronador.

Ella llegó a olvidar casi su voz y callaba por miedo tanto al silencio como a su ausencia. Donde no cabía la palabra tampoco había lugar para la música, para los besos, para las risas. Donde no cabía la palabra no podía haber nada. 

Todo comenzó -o terminó- hace tanto tiempo que el silencio echó raíces, creció y entre sus ramas secas quedaron colgadas las palabras que nunca se dijeron, las que se dijeron y dolieron, y las que nunca debieron decirse. 

Él pasó callado 20 años y cuando quiso volver a hablar, se dio cuenta de que no sabía qué decir. Aún así ella le escuchó, interpretó su silencio y le enseñó a hablar de nuevo.


Lagartija
Lagartija

Políticamente incorrecta. Lic. en Filosofía y CC. de la Educación. Profesora. Psicóloga. También escribo en infohispania.es

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