TDAH. Alerta sobre los efectos de los psicofármacos.




No entraré en este artículo a valorar la existencia o no de algo que la comunidad científica internacional ya ha definido como un trastorno neurobiológico y cuya sintomatología se describe en el Manual estadístico y de diagnóstico de los trastornos mentales (DSM-5, en inglés), publicado por la Asociación Americana de Psiquiatría (APA)

Tampoco valoraré el abordaje terapéutico del TDAH, que pasa por un enfoque multifactorial (psicofarmacológico, conductual, psicoeducativo) ya que tras años de desencuentro entre profanos y neófitos, se ha llegado a la conclusión de que una intervención eficaz en cada uno de esos niveles reduce la sintomatología en el paciente. Tampoco valoraré si esa reducción es conveniente o deseable, o si como todo, depende...

Pretendo con este artículo ir más allá e introducir, como no podría ser de otro modo en este blog, consideraciones que quizás incomoden al establishment (industria farmacéutica y comunidad científica internacional) por su presunta incorrección política o científica, en este caso. Quizás llegue el día en que lo “incorrecto” sea aceptado como correcto, pero aún falta un largo recorrido. De momento la disensión incomoda en casi todos los ámbitos del saber y también de la opinión.


Robert Whitaker, periodista e investigador norteamericano especializado en temas de medicina, ciencia e historia, es autor del libro Anatomy of an Epidemic (Anatomía de una epidemia), que acaba de ser traducido al español. En esta obra, Whitaker lleva a cabo una de las investigaciones más exhaustivas que seguramente se hayan publicado, si no la más, acerca de los fundamentos en los que se basa la llamada psiquiatría biológica. Whitaker es conocido como “el periodista que desafió a las farmacéuticas” 

En su libro sostiene que el aumento de  los  discapacitados por enfermedad mental tiene una relación directa con el mayor uso de medicamentos psiquiátricos. Los psicofármacos, que son beneficiosos en el corto plazo, producen, sin embargo, efectos indeseables y cronicidad en los trastornos mentales que deben tratar.  Más aún, el número de pacientes con discapacidad por enfermedad mental se ha triplicado en los últimos años, en paralelo a un espectacular aumento en la producción de droga psicotrópica. Algo no está funcionando…

En uno de los capítulos de su obra, Whitaker aborda los desórdenes infantiles, uno de los cuales es el TDAH, tan de moda en la actualidad. Sobre este y otros asuntos, responde en una entrevista concedida a Fernando García de Vinuesa, y publicada hoy mismo por InfocopOnline (Colegio Oficial de Psicólogos.)

Extracto de la entrevista:

¿Es el TDAH un descubrimiento científico?
El TDAH no es un descubrimiento científico. El TDAH se introduce en el DSM III en 1980, pero es construido, con esto quiero decir que un grupo de personas se sientan y dicen “bueno, tengamos un diagnóstico para esos niños que molestan en las clases -porque eso es básicamente el diagnóstico- y establezcamos los síntomas para la nueva enfermedad, como que el niño corre por donde no debe, se mueve mucho, es poco cuidadoso con sus tareas diarias…” y ese tipo de cosas, pero la creación del TDAH no tiene nada que ver con algún tipo de ciencia descubriendo una patología, ni siquiera alguna clase de estudio sobre niños que se movieran a menudo en su pupitre, por ejemplo, para averiguar si padecían alguna patología orgánica en común en su cerebro. Nada de eso, no hubo ninguna investigación semejante. Un grupo de personas se sentó y dijo: vamos a crear este nuevo diagnóstico. No puedes discutir esto porque eso es lo que sucedió.


¿Por qué se crea el TDAH?
Bueno, porque habían comenzado a dar estimulantes a los niños en la década de 1970 y necesitaban un diagnóstico para no tener que hacerlo “off label” y no querían simplemente emplearlos para el manejo de algunos niños problemáticos, sino que necesitaban un diagnóstico para justificar lo que habían iniciado.  

A partir de ese momento, comienza a construirse la historia biológica del trastorno, que si existen evidencias genéticas, etc., señalando que era producto de bajos niveles de dopamina en el cerebro, pues como esas drogas incrementan la presencia de dopamina en el cerebro se argumentó “bueno, el TDAH quizá es fruto de bajos niveles de dopamina”. Así que establecen que: primero, es válido; segundo, estamos aprendiendo acerca de la biología de este trastorno; y tercero, los fármacos funcionan.

Muchos padres y profesores ven que los niños medicados ahora están más tranquilos, enredan menos en clase, atienden más hacia la pizarra sin distraerse tanto, y para ellos esto es una clara demostración de que el niño responde positivamente al tratamiento
Si consultamos el manual de psicología de Oxford encontraremos la explicación de cómo funcionan los estimulantes en los niños: reducen la tasa de respuesta conductual hacia el entorno. Quiere decir que: te vuelve menos curioso, hablas menos, y si no eres tan curioso hacia tu entorno puedes focalizar mejor sobre algo concreto. Dale a cualquier niño de la clase un estimulante, no importa el niño, que responderá de forma parecida, ¿qué pasa, que toda la clase es TDAH? 

Segundo, como los profesores quieren ver un cambio, los padres quieren ver un cambio, y los niños, a veces, también quieren ver un cambio, -y la droga reduce la tasa de respuestas provocando todos aquellos efectos mencionados-, se interpretan los cambios como beneficiosos; y esa interpretación es la prueba, ya podemos decir: ves, mi hijo tiene TDAH porque el tratamiento funciona. Padres, profesores y niño ven el cambio. De modo que la droga funciona en el sentido de que hace al niño menos reactivo a su medio ambiente, pero preguntémonos: ¿Es esto bueno para el niño? Incluso podemos preguntarnos si es bueno a corto plazo. El niño se mueve menos, curiosea menos, habla menos, ¿dará lugar esto a un niño o un adulto a medida que crece más funcional? Y en la escuela, ¿irá mejor?

Gracias al TDAH un número muy importante de los niños de los países más desarrollados están siendo tratados con estimulantes, sobre todo metilfenidato y anfetaminas, diariamente para ir a la escuela. ¿Cómo afectarán a los niños estas drogas a la larga?
Antes de nada déjame decirte que deberíamos estar estudiando seriamente esto, cómo afectan estas drogas a los cerebros en desarrollo de los niños, cuál es su impacto neurológico a largo plazo, pero eso no se está haciendo. Quizá un motivo por el que no se está haciendo es un cierto miedo a qué vamos a encontrar. Y luego viene la pregunta: si dejas de tomar la droga, ¿todo vuelve a su sitio? Hay crecientes evidencias de que puede no ser reversible. 

Ver entrevista completa: http://www.infocop.es/view_article.asp?id=6012&cat=47




Lagartija
Lagartija

Políticamente incorrecta. Lic. en Filosofía y CC. de la Educación. Profesora. Psicóloga. También escribo en infohispania.es

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