ENVEJECER



Camilo empuja su andador contra la pared, en una esquina del pasillo. Con sus pies simula que camina, y da pequeños pasos, sin moverse del lugar. Le observo, lleva así largo rato y no he querido decirle nada pero ahora me dirijo a él para preguntarle.

- "¿Qué haces, Camilo?"
- "Voy por el pasillo, hacia el ascensor, para subir a mi habitación"

Continúa empujando su andador contra la pared. Piensa que camina por el largo pasillo de la residencia y me dice, con cara de fastidio:

- "Hoy estoy cansado y me parece que el ascensor está más lejos que otros días"

Le cojo del brazo y le digo "vamos por otro pasillo, si quieres, llegaremos antes". Y le saco del rincón en el que lleva perdido varios minutos y le acompaño por el pasillo, hasta el ascensor. Me ofrezco a acompañarle a su habitación, pero me responde, airado:

- "¿Se cree usted, señorita, que soy tonto, que no se ir a mi habitación?", mueve su brazo para soltar el mío, y se da la vuelta, y en lugar de entrar en el ascensor, se dirige a la pared que hay tras él, empuja su andador hacia ella y pulsa con su dedo un botón imaginario para llegar a un ascensor que nunca va a llegar.

Me quedo observando, desconcertada, sin saber cómo abordar la situación sin hacerle daño. Pasan un par de minutos, en los que Camilo no aparta la vista de la pared y al final me mira y me dice:

- "Seguro que ha vuelto a estropearse el dichoso ascensor"

Hace un tiempo que Camilo comenzó a soltar los hilos que le mantenían sujeto a la razón y hoy ha soltado los últimos. Es preciso aclarar que este hombre de porte elegante y piel apergaminada cumplió el mes pasado 105 años. Ha tenido una vida dichosa, es un hombre culto, de exquisitos modales, que viste con traje y corbata todos los días del año.

Ingresó con su esposa en la residencia en la que vive, hace 25 años. Ella estaba enferma, y él  entrócon ella para permanecer a su lado y cuidarla, cosa que hizo hasta el último momento. Desde hace 20 años vive solo en la residencia. Tuvo hijos que murieron ancianos. Tuvo 1 nieto, que también murió. Ahora está solo en la vida y hasta hace poco leía a diario la prensa y la comentaba por las tardes, con las personas que acudían a visitar al resto de residentes.

Hasta hace unos meses se encontraba perfectamente lúcido e incomprensiblemente sano pero tras su último cumpleaños ha comenzado un rápido declive tanto a nivel físico como mental. Hay gente que muere de golpe; otros mueren lentamente y es lo que le ocurre a Camilo. Comenzó a morir al cumplir 105 años -dichoso de él- y cada día muere un poco más. Esta tarde, ante mis ojos, han muerto las neuronas de la memoria, de la percepción, la orientación y el reconocimiento espacial. Se va consumiendo  poco a poco, y es posible que en unos pocos meses, haya desaparecido del todo.

Afortunado Camilo, ha tenido una buena vida.


Lagartija
Lagartija

Políticamente incorrecta. Lic. en Filosofía y CC. de la Educación. Profesora. Psicóloga. También escribo en infohispania.es

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