ALUMNOS DESPERSONALIZADOS

Cuando hablo con algún compañero acerca de un alumno concreto, me doy cuenta de lo difícil que es, en ocasiones, llegar a entendernos. Y es que el punto de partida es distinto.
Yo hablo del alumno persona y a veces mis compañeros sólo conocen al alumno-alumno.
Hay profesores, que a pesar de los años de magisterio sólo han conocido a alumnos, esos elementos que nos encontramos cada día al entrar en clase, que nos miran con ojos cansados, aburridos, a veces sorprendidos, alumnos que se parapetan tras sus pupitres, que se hunden en sus cuadernos y que desaparecen en cuanto cerramos la puerta del aula tras nosotros. Y así un día tras otro.

Mi experiencia es otra. Yo conozco a los alumnos, pero también intuyo, y a veces conozco, a las personas. Aunque a algunos profesores les resulte inimaginable, nuestros alumnos tienen vida más allá del aula, sufren, ríen, tienen problemas, tienen valores, son sensibles, normalmente son buena gente. Sólo el profesor que es capaz de descubrir la persona que hay tras el alumno, es capaz de disfrutar con su trabajo, de propiciar un buen clima de convivencia, de provocar deseos de aprender, de recibir mucho más de lo que cada día intenta transmitir. Pero de estos, por desgracia, hay pocos.

Responsabilizamos al alumno de los problemas de la enseñanza:
- El alumno no siente interés por aprender. ¿Mostramos nosotros interés por enseñar?.
- El alumno es maleducado, se muestra hostil e irrespetuoso. ¿Les respetamos nosotros? ¿Tenemos nosotros educación? ¿Entramos al aula con una sonrisa, dando los buenos días?
- Las familias de los alumnos se ponen de su parte y no respetan la autoridad del profesor. Algunos creen que la autoridad es de nacimiento o la debe dar una ley orgánica. La autoridad y el respeto de familias y alumnos se gana cada día. La autoridad, como la verdad, no se impone, se conquista.

Por todo esto, cada día trato de que mis compañeros vean más allá de los ojos del alumno y descubran los ojos de la persona. A veces, incluso, lo consigo.
Lagartija
Lagartija

Políticamente incorrecta. Lic. en Filosofía y CC. de la Educación. Profesora. Psicóloga. También escribo en infohispania.es

2 comentarios:

  1. Cada alumno es un desafío, cada alumno es una oportunidad… por malograda que parezca a priori. No obstante, yo observo que en mi centro, tal vez por sus circunstancias sociales muy precarias, los profesores tendemos a considerar a los alumnos como personas, con harta generosidad. Estoy contento de esta dimensión al menos a lo que yo soy capaz de observar entre mis compañeros. Tengo bien claro que cada muchacho que tengo delante es un caso especial al que intento darle el mayor protagonismo.

    ResponderEliminar
  2. Debe ser un gusto trabajar en tu centro. Aunque tengáis otros problemas, considero que ninguno es tan grave como el de la despersonalización, ya que eso nos convierte en insensibles. Esta mañana, en una reunión de coordinación con tutores de 1º ESO, uno de ellos espetó: "A mí no me importan los problemas de mis alumnos. La vida es dura, que aprendan a resolver sus problemas ellos solos". Y hablábamos de un serio caso de acoso escolar, no te creas que eran naderías. Por estos casos, cuando hablamos de los problemas de la escuela, que si la financiación, que si politiquerías varias, siento todo ello ajeno a la realidad de nuestros alumnos. A mí me importan ellos como personas, detectar a tiempo sus necesidades e intervenir en lo que sea mi obligación y también mi devoción, por qué no.
    Gracias por tu reflexión y por compartir la mía.

    ResponderEliminar