MIS ALUMNOS Y SUS DIFICULTADES


Según todo el mundo sabe, las dificultades que pueden presentar nuestros alumnos abarcan una amplia gama, a saber:
Trastornos de aprendizaje, TDAH, dificultades cognitivas, diferentes capacidades, trastornos de conducta, dificultades relacionadas con el interés, la motivación, la falta de técnicas o hábitos de estudio, trastornos de la comunicación, dificultades relacionadas con su procedencia (país, contexto sociocultural) o su pertenencia a una etnia.
Pues bien, tengo alumnos que, teniendo graves problemas, no tienen ninguno de los anteriores. Y es que me temo que existen problemáticas mucho más graves que las mencionadas más arriba, y para las que la escuela no ofrece ningún tipo de respuesta. Más aún, la escuela ignora todo aquello que no tenga un matiz académico.

Conozco alumnos que están solos en el mundo (literal o no literalmente).
Conozco alumnos que sufren malos tratos.
Tengo alumnos que sufren abusos de diverso tipo.
Otros que consumen drogas de mayor o menor dureza.
Alumnos que cometen delitos.
Alumnos que mantienen relaciones peligrosas con sus iguales o desiguales.
Otros alumnos que bordean la barrera de la locura y sé que en algún momento pueden traspasarla.
Conozco alumnos que maltratan a sus padres, más bien a sus madres, sobre todo cuando la madre ha sufrido en el pasado malos tratos por parte del padre.

Y lo peor de todo, que cada vez conozco más alumnos de estos últimos. A los primeros les ofrecemos apoyo escolar, orientación psicopedagógica, adaptaciones curriculares si precisan e itinerarios diversificados.

Pero al otro tipo de alumnos, tan sólo les ofrecemos visitas diarias al despacho del jefe de estudios, expedientes conductuales y expulsiones repetidas. Y eso tanto a los que son violentos, como a los que son víctimas de violencia ajena o violencia propia. Todos ellos manifiestan dificultades personales, problemas de salud mental, alteraciones de conducta... Y en los centros no estamos en absoluto preparados para detectar, valorar, orientar y derivar a estos alumnos. Y como no sabemos o no podemos hacer otra cosa, no hacemos nada por ellos.

En un artículo anterior hacía referencia a la figura del tutor. Necesitaríamos tutores con el perfil de los educadores de centros de menores. Tutores formados no en materias academicistas o en contenidos científicos. Necesitaríamos tutores expertos en tratar con jóvenes que sufren problemas de índole social. Tutores que les sirvan de apoyo personal, de refuerzo emocional, de consejeros de vida.

Desde hace años en diversos foros se demanda la figura del psicólogo educativo en los centros. Yo más bien creo que lo que hace falta en los centros es un psicólogo clínico. Y es que los centros de enseñanza tienen ahora mismo serios problemas relacionados con la salud mental, el equilibrio emocional y la adaptación conductual. Y cada vez más.
Lagartija
Lagartija

Políticamente incorrecta. Lic. en Filosofía y CC. de la Educación. Profesora. Psicóloga. También escribo en infohispania.es

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