Mi amiga Rosa dice que se encuentra en el mejor momento de su vida. Ella es algo más joven que yo, más guapa, más lista y mucho más simpática. La veo casi a diario y siempre está leyendo. Le gustan las novelas históricas y los libros religiosos, de santos y vírgenes. Me habla de su vida, sus sueños y sus deseos. Es viuda, su marido murió de cáncer justo el mismo día en que a ella le diagnosticaron la enfermedad. Rosa padece ELA (esclerosis lateral amiotrófica). Se encuentra postrada en una silla de ruedas y sólo puede mover la boca. Y con la boca habla, ríe, respira, lee, escribe, dibuja.... y controla el mundo. Su pequeño y limitado mundo. Y me dijo el otro día que ahora, por primera vez en su vida, empezaba a sentirse feliz. Lo dijo mirándome y sonriendo, al tiempo que yo observaba cómo la creciente cianosis hacía mella en el color de su rostro. Y mientras lo decía, entrecortada y asifixiada, yo sabía que esa placidez que ella manifiesta es debida única y exclusivamente al déficit de oxigenación cerebral. Pero me alegra saber que se siente bien, al tiempo que se aproxima su final. Querida Rosa.
Germán es un abuelo al que he adoptado o él me ha adoptado a mí, no lo sé. Yo no tengo abuelos y al conocer a Germán, decidí que desde entonces yo sería su nieta y él mi abuelo. Tiene 87 años y hace 18 que perdió a su familia. O ellos le perdieron a él, no lo sé. Hijos y nietos desaparecieron el mismo día en que le dejaron en la residencia. Le dejaron prometiendo volver con su ropa y sus recuerdos y visitarle todos los domingos. Pero no volvieron y Germán se quedó allí, sin ropa. Y esperando sus recuerdos, que con el tiempo se perdieron. Los domingos no tiene la visita que lleva 18 años esperando y se conforma con la mía. Me habla de su pueblo, de su casa, de las calles, de las tierras, del río, de la iglesia, del trigo, de la cebada y de las mulas. Y hemos recuperado todo, excepto las mulas, gracias a internet. Le llevo el ordenador y paseamos por su pueblo con Google Earth. Hemos visto su casa, el establo, la iglesia, el río y las tierras. Y Germán ha recuperado parte de sus recuerdos y yo he recuperado un abuelo.
Germán es un héroe, que maneja su silla de ruedas con una fuerza inaudita teniendo en cuenta la edad, la parálisis y el cáncer que le araña por dentro.
Rosa y Germán son mis héroes, pero tengo más, muchos más. Otro día hablaré de ellos.
Nos dedicamos en ocasiones a buscar héroes cuando, como en tu caso con Rosa y German, los tenemos tan cerca.
ResponderEliminarMe alegro de que, aunque nunca te hayas ido, hayas regresado.
Sí, hoy he hablado de dos de ellos, pero conozco a muchos más, por suerte para mí, aunque por desgracia para ellos, que son héroes involuntarios.
EliminarGracias por alegrarte de mi vuelta, querido amigo!!
Los héroes siempre son de carne y hueso. Hacen cosas que a nosotros nos parecen sobrehumanas pero que no sonmás que el último resquicio que les queda para demostrarle a la vida que no se han dejado ganar, que no les amilana el miedo ni las consecuencias de su ingravidez entre la vida y la muerta. Un texto que sin duda, me ha hecho emocionar. Muchas Gracias.
ResponderEliminarUn saludazo.
Me alegra que hables de emoción. Para mí también es emocionante hablar de ellos. Gracias a ti, por leerme y por emocionarte con lo que escribo. Un beso!!!!
EliminarTú eres mi heroína, gracias por enseñarnos tu universo. Tengo un amigo en silla de ruedas, es un ex militar ecuatoriano que vive en una residencia cerca de Quito, sólo nos vimos una vez cuando visitaba a una vieja amiga que también pasaba sus últimos días en aquella residencia. Fue ella quien nos presentó. Desde entonces hablamos frecuentemente por Skype. Su familia vive en Chile, él los mantiene con su pensión, dice que es mejor para ellos no cargar con un minusválido. Todos los días ayuda a sus hijas con los deberes, (alabado sea Skype). Es una persona con una energía y optimismo increíbles, a pesar que apenas puede mover las manos. Un héroe, aunque no fue el enémigo sino la mala práctica médica que lo dejó así. Un abrazo, Svetlianna
ResponderEliminarCómo nos enriquecen esos héroes cotidianos, ¿verdad? Y si encima son amigos nuestros, nos engrandecen. Ese es mi universo especial, mi día a día. Conozco muchísimos héroes que, en otra ocasión, si me lo permitís, os iré presentando. Qué pena que sus heroicidades no trasciendan los muros de sus casas, hospitales o residencias. Si nos fijáramos más en ellos, nosotros sería mejores y el mundo un lugar más habitable.
ResponderEliminarUn beso, amiga!
No podías, querida amiga, empezar con una narración más poética humana y hermosa. Muchos lectores, a los que me sumo nos congratulamos con tu vuelta
ResponderEliminarQuerido Vicente, me alegra que te guste lo que cuento y también como lo expreso. No soy escritora, sólo narro lo que observo, y en este caso, lo que vivo y conozco.
ResponderEliminarUn saludo y gracias por leerme.
Maravillosa historia la de Rosa y Germán. Y si te he de ser sincero, me han aflorado las lágrimas. Que pena que sucedan todas esas cosas. Y con respecto a ti, mi querida amiga, debes tener un corazón que no te cabe en la caja del pecho. Sigue así, no cambies.
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