Cuántas veces has entrado en ese lugar y has vuelto a salir. En realidad no entras por voluntad propia, lo sabemos, pero hay días en que de repente te encuentras en ese lugar extraño y debemos entrar en él a buscarte.
A veces, esos seres que te atienden y tanto parecen saber de la vida y de la muerte, dicen que es mejor que te vayas cuanto antes, pero eres aún muy joven para viajar solo. Por eso no te dejamos.
Sabemos cómo hacerte volver y siempre nos has obedecido. Te gritamos en silencio y sé que nos oyes desde tus ojos cerrados y tu mente nublada. A veces, te vuelves al oir tus canciones favoritas, como si los ritmos fueran sortilegios, mantras, cantos de sirenas salvadoras, que en noches de tormenta indican a los marineros náufragos el camino de la costa.
Anoche, entre los murmullos que en el duermevela lograste hacerme entender, pedías una canción y yo, que tantas veces canté contigo, no fui capaz de entonar la que me pedías: "Adiós con el corazón..."
Fue la Salve Rociera la música que, tras horas de llamarte, logró esta vez hacerte volver. Salve salvadora.
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