Hay un loco suelto por nuestras calles. Un asesino en serie que ya ha matado y amenaza con seguir haciéndolo. Un asesino implacable, extremadamente cruel. Un psicópata desalmado cuya sinrazón le lleva a buscar el exterminio de todos los que no piensan y son como él. Un asesino blanco que quiere matar a todos los negros; o negro, y persigue lo contrario. Un asesino joven que quiere matar a todos los viejos, o al revés. Un asesino que piensa A y acabará con todos los que piensen B.
Hay un loco suelto por nuestras calles. Un violador múltiple que se ensaña con sus víctimas, saciando sus repugnantes apetitos mediante la humillación, el dolor, y finalmente la muerte. Un violador que ya ha violado a muchas mujeres, que lo hace a diario y seguirá haciéndolo.
Hay un loco suelto por nuestras calles. Un pederasta malvado. Feroz. Busca a sus víctimas entre nuestros niños. Acecha tras las esquinas, en los parques, a la entrada de los colegios… de las guarderías. Secuestra, tortura, viola… y mata.
Todos ellos tienen algo en común: disfrutan con lo que hacen y, en sus bacanales de sangre y vísceras hay cámaras de fotos y vídeos, para que los esposos, mujeres, padres, hijos de sus víctimas, tengan ante sí las imágenes de la atrocidad, que son distribuidas en tiempo real a todos los confines del planeta.
Podemos reaccionar de dos maneras:
A) Cuidando y protegiendo a los nuestros, a nosotros mismos. Poniendo alarmas y cerraduras en nuestras casas, acompañando a los niños al colegio, al parque. “No hables con desconocidos” “No te vayas con nadie” “No camines por la noche por calles solitarias” “No abras la puerta sin antes haber mirado por la mirilla” “No subas a coches, no aceptes golosinas…” Seguridad.
B) Ir a los lugares que frecuenta el asesino, hacer las cosas que hicieron las víctimas antes de morir; llevar a los niños al parque donde acecha el asesino; a las mujeres a las solitarias calles donde habita el violador, y dejarlos allí. Solos. Vulnerables. En nombre de la libertad. Porque ningún terrorista es capaz de asustar a las personas que eligen esta opción. Personas que libremente se expresan y dicen “no cambiaré mis costumbres, si quieres venir a por mí, a por mi mujer, a por mis hijos… aquí estamos, aquí los tienes”. Libertad. Libertad para cabrear al asesino y que su locura se lleve por delante no sólo a quien decide que no tiene miedo sino también a otras víctimas colaterales. Porque cuando el asesino sale de su guarida, no se conforma con una sola víctima.
Yo soy de los miedosos y cobardes de la opción A y decido que, mientras un loco ande suelto, tendré cuidado y no expondré a los míos a riesgos innecesarios. Variaré mis costumbres, caminaré mirando hacia atrás, y cerraré mi casa con siete llaves. Llevaré a mis hijos de la mano y no les dejaré solos.
No pondré las cosas más difíciles a quien deben velar por mi seguridad, a las fuerzas armadas y policiales que tienen la misión de acabar con el asesino. Porque mis acciones tienen trascendencia. Porque a veces, el modo en que yo elijo vivir determina que quizás otros mueran por mí. Y eso es algo con lo que mi conciencia no puede. No quiere. Esto no significa que siempre deba ser así, pero sí al menos mientras un loco ande suelto.
Creo que es mejor vivir seguros que morir libres.
Hola, saludos. :)
ResponderEliminarLa seguridad por lo que he leído en tu artículo desde luego es algo que te preocupa y mucho. De cualquier forma nunca se deberá anteponer un nivel extremo de seguridad ante la libertad y el derecho a la intimidad. Son valores que ha costado mucho sufrimiento obtenerlos y día a día vemos cómo se van recortando, mejor dicho nos los van recortando. Las cosas no son siempre A o B, blanco o negro, bueno o malo. No se puede caer en la solución fácil de dejar toda nuestra vida en manos de otra persona, he dicho bien otra persona u otros. Desde que el ser humano existe han habido personas que por la razón que sea han hecho daño a sus semejantes pero no implica que eso sea ni una epidemia ni por supuesto una mayoría. De hecho se supone que todos somos inocentes hasta que se demuestre lo contrario y el 99% lo somos. No hay que exaltarse por cosas que a lo mejor creemos que son perpetradas por alguien y luego resulta que tenemos al enemigo dentro de casa; ése que promete protegernos de todo mal como si fuese más que nuestros padres.
Un saludo.
Estimado lector, aciertas al detectar mi preocupación. Puede que tengas razón, que los sucesos que me atemorizan no respondan a las causas o a la autoría que pretenden hacernos creer; no obstante, esos hechos horripilantes suceden. Mi miedo está justificado, ¿no? máxime cuando me cuesta creer en la existencia de ese alto porcentaje de personas inocentes de las que hablas.
EliminarMuchas gracias por leerme y por comentar. No dejes de hacerlo.