Veinte profesionales en torno a una mesa de trabajo, en un lujoso despacho de un relevante edificio oficial. Veinte "expertos" llegados de todos los rincones del país para valorar, evaluar y consensuar propuestas que los políticos tendrán - o no- en cuenta. En definitiva, 20 personas que elaborarán un documento que será presentado, para su análisis, a quienes deben tomar las decisiones que afectan a todos.
Las nobles maderas, los lujosos tapices, los antiguos retratos, contrastaban con los "artilugios" - ahora llamados TIC-, que todos exhibían y trataban con destreza. Salvo ella, que en un sencillo smartphone gestiona sus asuntos laborales.
Entran, con aspecto importante, los 20 doctos y ocupan uno a uno los confortables sillones alrededor de la enorme mesa de juntas.
Mientras todos abren, con ceremonial estudiado, sus "portátiles" y preparan sus memorias externas, ella exclama "pues yo me voy a servir un café, que si no, no soy persona", y se dirige al rincón en el que descansan recipientes de bebidas variadas, frías y calientes, bandejas con dulces exquisitos, y porcelanas de primera.
Se sirve un café solo con sacarina, sin remover, y acaricia el delicado material con sus dedos. Un borde con un fino hilo de plata adorna la taza de diseño exclusivo. Disfruta del detalle e intuye que en un lugar tan cálido y especial, todo va a ir bien.
Se sienta con su café, frente al cañón, prepara la documentación de su maletín, los archivos que debe presentar y compartir desde la nube, a la que accede con su minúsculo "artilugio" y comienza la sesión.
Tras la ronda de presentaciones, con exposición de currículos, comienzan sus sospechas. Allí hay compañeros a los que conoce por sus publicaciones, alguno al que conoce personalmente, pero también personas que probablemente no tengan nada que aportar y algún que otro "comisario político". Nada inusual, por otra parte, pero algo le indica a nivel de las tripas que va a tener que tomar una difícil decisión. Hablar con sinceridad, hablar con corrección, (ambos suelen ser incompatibles, en foros así), o callar. Lo irá decidiendo sobre la marcha.
Van interviniendo todos, uno a uno. Se exponen datos, gráficas, proyectos. La gran pantalla muestra la cruenta realidad que todos conocen. Cifras del mundo entero, leyes, gobiernos, medidas. Agradece que no haya imágenes ni nombres, que el ministerio haya optado por omitir aspectos que al final sólo pretenden manipular las emociones.
La reunión no ofrece nada nuevo a la mayoría de los presentes, quienes conocen los datos proyectados.
- La violencia de género comienza en la cuna, cuando vestimos de azul a los niños y de rosa a las niñas... - asevera la directora general, mientras todos asienten, menos ella, que nota que el café se le ha enfriando de repente. Mira fijamente a la mujer que lleva bien aprendido un discurso populista y demagogo, y a la que todos miran reverencialmente. Menos ella, que nota que callar le cuesta más cada minuto que pasa, - y continúa en la primera infancia, cuando las niñas son castigadas a jugar con muñecas. Los juguetes pueden ser un arma peligrosa...
- Disculpa, - dice ella, alejando su café, para no correr el riesgo de derramarlo. - ¿Consideras a las muñecas un arma? ¿Te he entendido bien?
Y comienza la polémica que a ella, en el fondo, tanto le satisface.
Suele proponerse callar pero raro es la vez en que lo consigue. Tras tantos años, aún le sorprende que sigan contando con ella para esos encuentros, claro que no hacerlo sería difícil de explicar.
Sale de la reunión malhumorada, sabiendo que la siguiente transcurrirá por idénticos derroteros. Se equivoca, es peor. El hedor a buenismo es insoportable y sabe que algunos asuntos de relevancia están lejos de mejorar. La violencia, en sus distintas versiones, familiar, politica, racial, social, escolar y en los distintos contextos, reales y virtuales.
En varias jornadas, "expertos" de todo el país han intentado arreglarlo todo, bajo la mirada escrutadora de quienes han tomado nota de nombres para futuros cargos. Nombres que figurarán en los sitemap de diversos rincones de la Administración. Esos lugares en los que el nombre de ella nunca será escrito. Vuelve a su casa, con la serenidad que da saberse libre.
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