1º.- La existencia en el aula de un alumno ya diagnosticado con TDAH. El profesor al orientador: "¿A este no le pasará lo mismo?"
2º.- La edad del alumno "sospechoso", sobretodo si está en la etapa Infantil. A edades tempranas, los alumnos más jóvenes del grupo muestran un comportamiento más impulsivo e infantilizado que sus compañeros, lo que a veces es valorado por su profesor como síntoma de un posible TDAH.
3º.- El género del profesor. Esto puede resultar chocante, pero tras muuuuchos años de trabajo mi experiencia es que normalmente son las profesoras las que derivan a los alumnos y no los profesores, ante las sospechas de cualquier dificultad. Por eso, de ahora en adelante hablaré en femenino.
4º.- La edad de la profesora + la paciencia que aún le quede:
4.1. Profesora mayor con poca paciencia, ya quemada y deseando jubilarse. Los alumnos más movidos e inquietos son difícilmente tolerables para las maestras con este perfil. Profesora a orientadora: "Lo de este niño no puede ser normal, le tiene que pasar algo, porque a mí me va a volver loca. A ver si le dan alguna pastillita, que se tranquilice y me deje vivir".
4.2. Una maestra mayor pero que aún sobrelleva bien la docencia, le diría a la orientadora, respecto al mismo niño: "Nada, que es un trasto, pero ya crecerá".
5ª.- Los cursos de formación. Existe la tendencia (y reconozco que a mí también me ocurre) a ver niños con TDAH por todas partes tras concluir un cursillo de formación sobre TDAH. Lo mismo ocurre con los superdotados, trastornos de aprendizaje o cualquier otro tipo de problema. Es ese fenómeno por el que pasamos tras concluir un curso sobre Google Docs, al día siguiente comenzamos a subir a Google todos nuestros trabajos. ¿Y "paqué"?
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