CUANDO LA VIDA ES UNA FIESTA Y TÚ NO ESTÁS INVITADO
De pequeños, es un drama cuando cualquier amigo del cole celebra su fiesta de cumpleaños y no te invita. Ocurre lo mismo con la comunión o con las graduaciones. Más tarde con las bodas y lo peor es que a veces descubres que no te van a invitar cuando ya tienes comprado el vestido que te ibas a poner y el regalo que ibas a regalar. Algunas personas son invitadas a todas las celebraciones; otras a algunas y finalmente hay gente que nunca es invitada a ningún evento.
Pero más allá de cualquier celebración ocasional, hay una gran celebración, una fiesta permanente y esa es la vida a la que llegamos un día sin darnos cuenta y de la que nos vamos otro día, a veces dándonos cuenta de un modo doloroso.
Pero hay gente en la vida que parece que no ha sido invitada a ella, que no participa en la fiesta, que no baila, que no come canapés, que no se emborracha, que no liga, que no queda para otro día. Y hay gente que disfruta de esta fiesta, que la vive en primera persona porque desde que llegó a ella ha sentido que era protagonista y que lo será siendo si algo no lo impide en algún momento.
Pero otros no fueron bien recibidos o fueron expulsados de la fiesta en un momento determinado, sin merecerlo. Otros ni siquiera llegaron a llamar al timbre de la puerta en la que se estaba celebrando esa fiesta. Algunos no nacieron, otros nacieron mal y no pudieron bailar, no pudieron comer, no pudieron reír. Algunos fueron bien recibidos y fueron estrechando manos y recibiendo palmadas en la espalda y besos en ambas mejillas, pero en algún momento tropezaron y ya no pudieron continuar en la fiesta.
Mientras en el salón suenan valses, hip hop, breakdance o pop; mientras algunos bailan, otros cantan y todos hablan, hay personas en la planta de arriba, en las habitaciones, en las camas. Personas que no pueden levantarse y se limitan a escuchar el disfrute de otros, de los invitados a la fiesta. Incluso hay personas que ni siquiera son conscientes de que se esté celebrando ninguna fiesta.
Yo fui invitada a la fiesta, me abrieron la puerta, me recibieron con alegría. Me han sacado a bailar muchas veces, me han servido cava y bandejas con canapés multicolores. Me han pedido citas y me han enviado flores. Pero no quiero cantar en esta fiesta, no quiero reír ni aplaudir, sabiendo que en la planta de arriba hay gente a la que puedo molestar. En realidad no quiero sentirme parte de ninguna fiesta a la que hay gente que quiero que no ha sido invitada. Me voy para arriba. No estoy para fiestas.
Lagartija
Políticamente incorrecta. Lic. en Filosofía y CC. de la Educación. Profesora. Psicóloga. También escribo en infohispania.es
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