El país de Nunca Jamás existe y está habitado por niños eternos, por niños y niñas que jamás se harán adultos, tengan la edad que tengan. Niños que serán niños a los 20, a los 50, a los 80. Si llegan, porque pocos lo hacen.
En el país de Nunca Jamás habitan niños que ríen y niños que no pueden hacerlo. Niños que nacieron niños y niños que se hicieron niños.
Los peterpanes y las wendys del país de los niños eternos sobrevuelan por nuestras conciencias, para despertarlas. Sin reproches, tan sólo para que avistemos su vuelo y sepamos que existen y que nos necesitan.
Campanilla es nuestra conciencia, quien nos avisa tintineante cuando un nuevo niño llega al país de Nunca Jamás para quedarse en él para siempre.
Podemos asomarnos a la ventana iluminada por su inocencia, y mirar dentro para luego marchar. También podemos llamar a la puerta y entrar y quedarnos para ayudar, para compartir, para amar.
Hay niños en ese país que se columpian, que juegan, que se deslizan por toboganes. Otros niños juegan con sus miradas, desde sus sillas de ruedas. Otros, simplemente escuchan los juegos de otros, postrados en sus camas. Algunos, ni siquiera escuchan... sólo sueñan, permanentemente dormidos.
En el país de Nunca Jamás, habitan niños de todas las edades y ninguno de nosotros podrá evitar viajar a ese país si el destino así lo decide.
El país de Nunca Jamás pertenece a todos los países del mundo y su confortabilidad depende de los cuidados y el amor de los familiares de los siempreniños y de las ayudas y recursos de los gobiernos. Pero los gobernantes sin conciencia miran para otro lado porque los niños no votan y nunca serán mayores de edad para hacerlo.
En épocas de crisis, de donde primero escatiman los gobiernos inmorales es de la atención y los cuidados de peterpanes y wendys que ven cómo se llevan sus toboganes, sus sillas de ruedas, los pañales, los fármacos...
Malditos seáis, gobernantes sin escrúpulos! MALDITOS!!!!
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