Siempre he sentido una atracción especial por: los faros, los espantapájaros, las pequeñas islas, la luna. Son elementos únicos en medio de una extensión a veces árida, a veces hostil, a veces turbulenta, siempre solitaria. Elementos solos, pero indispensables para que otros vivan, para que otros se orienten, para indicar un rumbo, un camino. Para acompañar.
Hay gente faro, que alumbra el camino cuando en la noche de la vida te sientes perdido. Gente que te envía mensajes de ánimo, de valor, cuando el oleaje de la adversidad amenaza con hacerte naufragar. Es gente que desprende luz para los demás, olvidando en muchas ocasiones su propia soledad, su eventual situación al borde de una sima personal.
Gente que se asoma al acantilado, te mira, te llama y te dice: "tranquilo, estoy aquí, te cuido".
Gente que se aferra a sus raíces cuando sopla el viento del mal y te dice, "tranquilo, yo estoy aquí, para que nada te ocurra".
Gente que te dice: "aquí estoy, toma de mí lo que precises y sé bienvenido si deseas quedarte a mi lado".
Hay gente luna, gente que sólo aparece cuando se apagan las luces del mundo y te enfrentas a la soledad, al miedo, a ti mismo. Gente que alumbra cuando nadie más lo hace; te guía si decides emprender un camino y te acompaña siempre, en la distancia, vigilante. Gente rotunda, luminosa, serena, que en ocasiones cambia y la ves menguar para más tarde crecerse de nuevo y ofrecer lo mejor de sí mismos. Gente que te mira desde lejos y sin decir palabra te hace sentir su presencia.
Gente que te transmite: "si en algún momento me necesitas, sabes que estaré para ti"
Tanta gente... ojalá encontremos gente faro, ojalá seamos gente luna...
La confianza en el género humano es la base de una esperanza por un mundo mejor y más justo.
ResponderEliminarTienes razón, pero debo reconocer que mi esperanza es oscilante. Hay días de optimismo en que confío en la gente, pero otros... en fin.
ResponderEliminarGracias por pasarte por aquí :-)