Pasamos rápidamente de un día a otro, de una noche a otra noche. Pasamos raudos por la gente y la gente nos pasa, sin apenas dejar huella en nuestra piel o en nuestro corazón.
Tenemos amigos de un solo uso. Amigos que en principio prometieron lealtad en las duras y las maduras pero al parecer sólo están en estas últimas. Amores que juraron en la salud y la enfermedad, y se marchitaron con los primeros fríos. Amantes que no permanecen más allá del primer orgasmo. Aventuras de usar y tirar.
Vivimos deprisa, consumimos el tiempo y la gente con ansia, como si se agotaran las personas, como si hubiera que probarlas a todas. Te conozco, me entusiasmo, te prometo, me quedo, te uso, me voy.
Intento no coleccionar personas, no desecharlas tras su uso. No usarlas. Conocer y querer a las que merezcan ser queridas, pero no se quedan. Se me resbalan de las manos cuando intento atraparlas o tan sólo mantenerlas. Mantener la amistad es arduo, especialmente con quien te agradece haber estado en los malos momentos para quedarse al final con quien sólo permaneció a su lado en los momentos buenos.
Afectos volátiles, lealtades quebradizas.
Me dejas sin palabras. Ya que te encuentro toda la razón...
ResponderEliminarY tras leer esas líneas, me surge la siguiente inquietud: ¿Aún me recordarán mis amigos de la infancia?...
Los mismos que no he visto en muchos años, y que me conocen mejor que nadie...
Felicidades por este post; es excelente. Un saludo.
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