LA TRAVESÍA

Liberó a Bolinaga. No aprovechó su mayoría para reformar la Constitución en lo referente a la sucesión a la Corona, o para proclamar una República, para cambiar la ley electoral, el diseño territorial, eliminar Diputaciones y Senado. No derogó la ley del aborto. Ha dado alas al nazionalismo al permitir el butifarrendum y al no cortarles el grifo del dinero. Se reúne con el terrible Junqueras. No envía los tanques a tomar la Generalitat o a la Legión a desfilar por las Ramblas. No ha hecho un congreso abierto ni unas primarias y tampoco escucha a los jóvenes pijos de su partido que le piden #quítatetúpaponermeyo.

No recuerdo en la historia de nuestra democracia tal cúmulo de exigencias a ningún gobierno, teniendo en cuenta además, que hemos atravesado los momentos más críticos de los últimos tiempos. Y además es culpable de la corrupción de su partido, y por extensión de la corrupción ajena. Y es poco agraciado, mayor y soso, para qué nos vamos a a engañar.

A muchos conciudadanos poco parecen valerles los méritos de haber mantenido el buque a salvo cuando se avecinaba un naufragio inminente, de haber frenado la destrucción de empleo, de haber iniciado la recuperación, de mantener la confianza en nuestro país por parte de quienes nos sostienen económicamente. Poco parece importar también que a pesar de las amenazas de los secesionistas, ahí están con sus cacareos, sin atreverse a cumplir sus amenazas.

Mariano Rajoy ha gobernado estos años con todo en contra, con críticas externas e internas y ha sido capaz de mantener a flote un navío escorado cuyo casco sufre las embestidas de una crisis voraz, de las amenazas de los feroces podemitas que amagan con tomar el navío al asalto, de las críticas internas - tan perversas como los anteriores -, y de una sociedad que parece dispuesta a seguir bailando mientras el buque se escora y finalmente naufraga.

Algunos, sin embargo (no carentes también de reproches que realizar), seguiremos animando al capitán para que con nuestro aliento sea capaz de aplacar al enemigo y conducirnos a un puerto seguro. Somos muchos pero insuficientes, lo sabemos, pero no perdemos la confianza en que alguno de los traidores que se agazapa entre los toneles de estribor dispuesto a amotinarse, decida finalmente ponerse al lado del capitán y ayudarle a sostener la pesada carga del timón.

Esta travesía está resultando dura, larga y agotadora. Es una pugna inacabable contra elementos externos e internos, demasiado dura para un solo hombre. Si no impera la cordura, la honestidad y el valor, terminaremos convertidos en alimento para tiburones.



Lagartija
Lagartija

Políticamente incorrecta. Lic. en Filosofía y CC. de la Educación. Profesora. Psicóloga. También escribo en infohispania.es

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