Muros



El viejo caserón está rodeado de jardines, con pinos que parecen horadar el cielo y palmeras majestuosas. Cuando el viento sopla con furia las palmeras bambolean y sus ramas danzan al ritmo de la naturaleza.

La gente pasea por los intrincados vericuetos que discurren entre la floresta. Caminos estrechos y curvos por los que arrastrar los pies cansados mientras se oyen los jilgueros, que juguetones cantan ajenos a todo. La caprichosa forja de los bancos de hierro compite en belleza con los preciosos rosales.

Diríase que en aquel lugar el tiempo se detuvo dos siglos atrás. Uno puede sentirse en paz si ignora los altos muros que rodean los árboles y los muros en los que desembocan los inútiles caminos. Caminos que no conducen a sitio alguno, veredas que te dirigen al punto de partida.

El tiempo se detuvo para todos y la vida aguarda consumiéndose, entre los muros de piedra y las azaleas de los jardines.


Lagartija
Lagartija

Políticamente incorrecta. Lic. en Filosofía y CC. de la Educación. Profesora. Psicóloga. También escribo en infohispania.es

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