La tarde se presenta calurosa y por las ventanas abiertas escapa su suplicio. En cada grito exhala sus sufrimientos pasados, que se presentan nítidos entre la nebulosa de su mente confusa. A sus 90 años recrea el trauma de sus miedos infantiles y los monstruos se manifiestan, terroríficos, ante ella.
- ¡No me llevéis! , ¡no dejéis que me lleven! Y sus pupilas dilatadas avisan que esos seres están a punto de lograrlo.
- ¡No me llevéis! ¡Sacadme de aquí! Y se revuelve, inquieta, en su silla y trata de desligarse de las ataduras que se kemplean para protegerla.
No llora, sus ojos secos sólo se dilatan y parecen próximos a caer de las órbitas. Su respiración agitada y su voz afilada como cristal rajado, son la prueba de que hay personas que tarde o temprano terminan prisioneras de sus miedos.
Nos pasamos la vida intentando vencer el miedo; que no hay personajes malignos, demonios, ogros o dragones, nos dicen. Pero los hay, existen, los veo a menudo en miradas desvariadas, y sé que si te atrapan, jamás podrás huir de ellos. Por mucho que grites.
Es muy triste, pero es verdad.
ResponderEliminarPor desgracia es real... Gracias por leerme.
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