El miedo




Sus gritos resuenan en todo el edificio. Cada muro que la rodea hace de caja de resonancia y sus quejidos, lamentos y desvaríos inundan el espacio, y se nos meten por las fosas nasales y la boca hasta asfixiarnos como un tsunami emocional. Su dolor es compartido por todos a la fuerza y no hay rincón al que podamos huir, lugar en el que escondernos.

La tarde se presenta calurosa y por las ventanas abiertas escapa su suplicio. En cada grito exhala sus sufrimientos pasados, que se presentan nítidos entre la nebulosa de su mente confusa. A sus 90 años recrea el trauma de sus miedos infantiles y los monstruos se manifiestan, terroríficos, ante ella.

- ¡No me llevéis! , ¡no dejéis que me lleven! Y sus pupilas dilatadas avisan que esos seres están a punto de lograrlo.
- ¡No me llevéis! ¡Sacadme de aquí! Y se revuelve, inquieta, en su silla y trata de desligarse de las ataduras que se kemplean para protegerla.

No llora, sus ojos secos sólo se dilatan y parecen próximos a caer de las órbitas. Su respiración agitada y su voz afilada como cristal rajado, son la prueba de que hay personas que tarde o temprano terminan prisioneras de sus miedos.

Nos pasamos la vida intentando vencer el miedo; que no hay personajes malignos, demonios, ogros o dragones, nos dicen. Pero los hay, existen, los veo a menudo en miradas desvariadas, y sé que si te atrapan, jamás podrás huir de ellos. Por mucho que grites.



Lagartija
Lagartija

Políticamente incorrecta. Lic. en Filosofía y CC. de la Educación. Profesora. Psicóloga. También escribo en infohispania.es

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