"Algún día recuperaré mi vida, pasito a pasito, a milímetros". No he conocido a nadie como ella. No la oí nunca quejarse de su enfermedad, tan sólo del trato, no siempre bueno, de quienes la atendían. Urracas vestidas de blanco o de verde, que pervierten el honorable oficio de sanar y de cuidar.
Tenías miedo de quedarte dormida, por si se te olvidaba respirar. "Debo concentrarme y contar, inspirar, espirar, inspirar..." "Cómo añoro el tiempo en que respiraba sin pensar en ello" "No me duele nada, no sufras por mí" "No me siento sola, tengo amigos en el mundo entero que me envían su fuerza y su amor"
En el último mensaje de WhatsApp me dijiste que estabas "un milímetro más fuerte" y te llamé por teléfono. Hablamos durante 4 minutos y te noté animada y esperanzada. Al colgar, me enviaste un mensaje de audio con besos para tus compañeros "y especialmente para Javier y Antonio".
Dos días más tarde no respondiste a mis mensajes. Al tercer día me preocupé. En tu muro de Facebook tus amigos cercanos anunciaban tu muerte. Por tu amiga más directa supe que habías fallecido el último día que hablamos. Necesité conocer la hora, lo necesitaba y lo temía, al mismo tiempo. El destino, ignoro si el tuyo, el mío o ambos, hizo que la hora de la última conexión de tu WhatsApp, que fue el término de nuestra conversación, fuera al mismo tiempo la hora de tu desconexión vital. Ni tú ni yo sospechamos nunca que tu final estuviera tan próximo. ¿Habríamos dejado de reír y bromear de haberlo sabido? ¿Habríamos pronunciado palabras diferentes, habríamos callado alguna o pronunciado otras?
Descansa en paz, querida Ana, ahora eres puro aire, ese aire que tanto te faltó en vida.
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