Tiene ahora mismo España tres frentes abiertos. No los hemos abierto nosotros, son como zanjas cavadas a traición, palada a palada, y corremos el riesgo de caer al vacío.
Tres amenazas enturbian nuestra convivencia y amenazan nuestro futuro: el secesionismo, el comunismo y el terrorismo fundamentalista. Fueron germinando poco a poco, en nuestro suelo, como brotes de mala hierba y, no arrancados a tiempo, son maleza que se nos ha enganchado a los pies y no nos deja avanzar. Estamos a punto de caer, y no todo el mundo se da cuenta de ello.
Esas plagas están formadas por ¿personas? dispuestas a todo y juegan con la ventaja de que tienen frente a ellas un país sumido en la falta de valores, la pérdida de identidad, la crisis y la corrupción.
No somos un enemigo dispuesto a plantar batalla, ni siquiera a defenderse. Es más, no somos enemigo para cualquiera que se presente ante nosotros con esa etiqueta. Somos vulnerables, débiles, desunidos, acobardados, y para mayor abundamiento, ni siquiera tenemos unos representantes creíbles. Si en el horizonte se oyera de repente la voz de “¡al ataque!”, probablemente serían nuestros políticos los primeros en saltar por la borda.
En el momento en que nuestros enemigos decidan avanzar, nos arrasarán. “Ellos” están dispuestos a todo. Nosotros no estamos dispuestos a nada. Ellos son capaces de todo; nosotros, de nada.
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